"Me llamo María y tengo 61 años. Conviví con el padre de mis dos hijos 18 años. Han pasado casi 23 de aquella separación que nos marcó para siempre. Sé que mis hijos y yo tenemos una huella en el corazón y, a veces, el dolor sale. Al principio, cuando estábamos enamorados, la cosa anduvo pero después noté que le gustaba tomar bastante cuando estábamos con amigos. Pensé que con el tiempo eso iba a cambiar, que ser padre lo iba a volver más responsable. Desde que lo conocí tuvo una relación conflictiva con la madre y nosotros vivíamos con ella. Cada tanto, se peleaban y mi hija y yo estábamos en el medio. Después de que nació nuestro segundo hijo, empecé a trabajar en la escuela y él seguía con su taller de artesanías. Yo las vendía, pero mi sueldo era el que sostenía la casa y él entró en estados depresivos. Permanecía días tirado en la cama. Discutíamos y él tomaba vino todas las noches y hacía escenas de violencia: me gritaba...
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