Ir al contenido principal

Karina Abregú, por Silvana Aiudi


"Mi nombre es Karina Abregú. El 1 de enero del 2014, mi ex marido Gustavo Javier Albornoz me roció con alcohol y, luego, me prendió fuego.

La primera vez que me golpeó fue a pocos meses que había comenzado la relación.  Tengo dos hijos de un primer matrimonio – con Albornoz no tuve hijos–. Había fallecido la abuela paterna de ellos y le comenté que iba a llevarlos al velorio. Me dijo que no fuera. Esperé a que se durmiera y los llevé igual. Cuando volvimos a casa, me encontré con toda la ropa tirada en la calle. Entramos, me encerró en la habitación que compartíamos, a mis hijos en otra, y empezó a golpearme.

Estuve casi catorce años con él. Hice más de quince denuncias en las comisarías de Merlo y de Martínez – en Martínez compartíamos el ámbito laboral y ahí también él me golpeaba. Cuando le notificaban acerca de las denuncias que le hacía, era esperar la golpiza y que me dijera que ahora era él quien me ganaba. Albornoz tomaba alcohol y tenía adicción a las drogas en el último tiempo.

No sé qué importancia le dan cuando una va a hacer una denuncia en la actualidad. No demasiada. Lo que sí sé es que, después de que Albornoz me prendiera fuego, mi hermana Carolina fue a averiguar por las denuncias, fue a reunirlas, y solamente consiguió una o dos. En las comisarías, no tenían registro de las denuncias que  había hecho.

El 2013 resultó un año complicado, un martirio: cuando le comenté que quería separarme, la convivencia empeoró. Yo había comenzado terapia. Mis hijos se turnaban para quedarse conmigo, para no dejarme sola nunca: un fin de semana Lucas; otro, Florencia. La violencia se había vuelto normal en nuestras vidas. El 31 de diciembre, le dije que no quería festejar las fiestas porque no me sentía bien. Mis hijos me habían pedido pasar con sus amigos y los dejé, no me negué, obviamente. Se fueron a zona norte. Me quise ir a recostar pero él me dijo que iba a venir toda su familia. Entonces cené con ellos y cerca de la una y media de la madrugada me fui a la habitación.

 Es 1 de enero del 2014, alrededor de las cinco de la madrugada. Él entra a mi habitación a buscarme para que lleve a cada miembro de su familia a la casa – como era una familia de tomadores, no podían manejar; entonces siempre los llevaba, era una costumbre –. Pero ahora me rehúso. Entonces me golpea la cara, me la desfigura a patadas y me obliga a llevarlos. Lo hago. Volvemos. Entro el auto al garaje. Pienso que va a hacer lo mismo de siempre: se va a quedar dormido en el auto y después se va a levantar e ir a la cama. Pero no. Baja antes que yo. Nos ponemos a discutir en frente de la parrilla. Él había cocinado. El carbón todavía está encendido. Seguimos discutiendo pero yo giro y siento algo frío. Con los nervios, no me doy cuenta de que es alcohol. Me acaba de rociar con alcohol. Siento una llama que se va para arriba y me tiro a la pileta. Salgo sola de la pileta, entro a mi casa, me saco la ropa que tengo quemada. Le pido que me lleve al hospital pero él se niega. Después de una hora y pico de insistirle, finalmente me lleva. No recuerdo más. Sí, que al despertarme, está mi familia que me dice que todos están conmigo, que me quede tranquila. Tengo el 55% del cuerpo quemado.

Estuve internada más de seis meses en una clínica de Laferrère, con más de cuarenta injertos que me hicieron. Sé que me quedan varias operaciones por delante. Muchas veces me preguntan por qué seguí con él. Fueron catorce años de vivir con violencia. Tenía miedo a lo que me pudiera pasar. Es triste hacer la denuncia y volver a tu casa porque no hay un refugio que te albergue.

Me quedé sin trabajo en el lugar donde había sido empleada administrativa durante veinte años y no pude conseguir una pensión. Vivo de la ayuda de familiares, amigos o amigas y de gente que se solidariza con mi caso. Tengo la suerte de estar viva, de poder contar mi historia, de poder luchar y ayudar. Hay otras mujeres que ya no están."

Karina Abregú tiene 42 años. Vive en Merlo, Provincia de Buenos Aires. Es una referente de lucha para muchas mujeres. Junto con su hermana, Carolina Abregú, impulsaron las Defensorías de Género. Hoy cuentan con más de 11 Defensorías en la Provincia de Buenos Aires y una en CABA.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Labio partido, por Ana Julia Di Lisio

Tuve muchas dudas en dar mi testimonio, pero me decidí porque pienso que puede ser un granito de arena más para poder avanzar en esta lucha. Nací mujer y primogénita en una familia italiana conservadora. Como eran los ’80, mis papás no supieron que iban a tener una nena hasta que nací y desilusioné a muchos familiares sólo al dar el primer respiro. Ni papá ni su familia pudieron superar el hecho de que yo no hubiera nacido hombre. “Tuviste una calabaza“, le decían mis abuelos a mi papá.             Cuando yo tenía cuatro años, mi papá me sacó de una reunión familiar colgando de mi brazo. No me acuerdo bien por qué, sí que me llevó zamarréandome hasta la barrera de Turdera. Fuimos hasta un lugar en donde no había nadie y, frente a las vías, ya en el piso, me pegó a escondidas de todos hasta que me partió el labio. Las escenas de mis papás discutiendo y las sillas volando para golpearse, eran frecuentes. Luego de esas batallas, se cenaba con toda normalidad y sin

Tres miradas sobre el asesinato de Belén Canestrari, por María Isabel Rodríguez Osado

Testimonio de su hermana Marcela Canestrari El miércoles 30 de abril de 2013, pasé por la casa de mi hermana para tomar unos mates, tranquilas, aprovechando a que él no estaba. Belén tenía 26 años, dos hijos, Valentino y Máximo. Vi llorar muchas veces a mi hermana. Él era muy celoso, no la dejaba que tuviera amigas o saliera, ella venía a vernos a escondidas cuando él no estaba. La llamaba a cada rato para saber qué estaba haciendo y dónde. Ella lo justificaba y nos decía: Viste como es de hincha. Esa última mañana que nos vimos, yo tenía rasguños en los brazos porque había podado unas plantas; Belén me preguntó: ¿se pelearon con Diego?, ¿te pegó? Le dije: ¿qué estás diciendo? Ese día no me quedé a comer en su casa como otras veces. Tal vez, si yo me hubiera quedado, me contaba algo, a lo mejor me preguntó eso para sacar el tema. Como dije, la pareja de Belén era muy celoso, pero nosotros nunca la vimos golpeada. Le pregunté si el jueves siguiente, que era 1 de Mayo, lo podía ll

Feminizarte, por Cristina Civale para Pagina/12

Murió una artista mujer, la rosarina Graciela Sacco, y se desató una marea que no se tiñó sólo de dolor y melancolía. Ese arrebato a la vida de una creadora en plena producción hasta sus últimos días hizo que se pusieran en palabras claras, firmes e impresas, y en tiempo record, el estado de habitar con malestar este mundo en estos días en el campo de las artes visuales. En 2014 en ocasión de su muestra “Nada está donde se cree” -que presentó en el Centro de Arte Contemporáneo de UNTREF- escribí para Las12: “Los últimos veinte años en la producción de la artista rosarina Graciela Sacco son producto de una pulseada, del estudio sostenido por mantener en un equilibrio vencedor sus preocupaciones sociales junto a la necesidad de crear un lenguaje, no sólo propio, sino también local en tiempos de globalización, sumando el atrevimiento siempre bienvenido de colocarse un poco más allá de la media en sus investigaciones en el trabajo con los materiales que aplica como soportes. Sacco imprim