Ir al contenido principal

"Ojito con demostrar hombría". Testimonio,por Marina Soldani




Todavía no puedo contar todas las cosas. Pero algunas cosas puedo. Me enamoré de ese hombre que me hablaba de cosas del campo (soy de ciudad). Él siempre tuvo muy claro qué decirme. Y me hizo entrar. La primera vez que me insultó estuve a punto de irme, de dejarlo: todavía no vivíamos juntos, habíamos discutido porque yo no podía salir (estaba con mi hija chiquita, de un matrimonio anterior). Él me miró con odio y lo dijo: “pelotuda”. Agarré la cartera y casi me voy, pero volví a tratar de saber por qué. Me quedé y él ya no se detuvo.

En los siete años que vivimos juntos hubo de todo. Golpes, mudanzas, insultos, un hijo, palizas, patadas en la espalda y en la cara, hijos pequeños de él que vinieron a vivir a casa, amenazas. Una vez me agarró del cuello y casi me mata (vi todo negro, después me soltó). Otra vez, estaban todos los chicos y cuando se distraían él me pegaba puñetazos en la espalda; miraba de costado y vigilaba que no miraran y volvía a pegar; es el recuerdo que más me atormenta, porque demuestra cuánto me conocía (sabía que yo jamás gritaría delante de chicos). Llegó a amenazarme con pegarme en la panza hasta que abortara “si me seguís jodiendo”. Otra vez él se estaba bañando y yo entré al baño a hablar con él (porque habíamos discutido); me senté en el inodoro y hablábamos; cuando no quiso discutir más, abrió la cortina de la ducha y me pateó la cara.

También hubo una violación, una sola vez se lo conté a alguien y me dijo que eso en el matrimonio no existe, que cómo iba a violarme si éramos pareja, que seguro que a mí me había gustado. Entonces no se lo conté a nadie más hasta ahora.

Una de esas mudanzas fue bastante lejos (500 km de mi familia). Y un día él, que además había comenzado un romance con otra mujer, me dijo que me fuera, que dejara la casa, el campo, los hijos, que ojito con lo que me llevaba (aunque todo lo que había en esa casa era de mi propiedad), que no me hiciera la loca y que no se me diera por demostrar “hombría”, que él sabía muy bien que yo era una basura y que más vale que no me quedara en el campo porque me iba a hacer la vida imposible y encima no me iba a dar un peso.

Entonces agarré a mis hijos, cuatro bolsos, las fotos y algunos libros. Me subí a un micro y no volví nunca más. Ni a él ni al campo ni a ser maltratada. Me cobijaron mujeres (mi madre, mi abuela, amigas). Nunca fui la misma y sigo sin entender por qué no tomé yo la iniciativa de irme, por qué tuve que ser echada. Mi amiga (también le pegaron) dice que lo importante es que pude, que lo hice: rescatarme y a mis hijos, empezar todo de nuevo. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Labio partido, por Ana Julia Di Lisio

Tuve muchas dudas en dar mi testimonio, pero me decidí porque pienso que puede ser un granito de arena más para poder avanzar en esta lucha. Nací mujer y primogénita en una familia italiana conservadora. Como eran los ’80, mis papás no supieron que iban a tener una nena hasta que nací y desilusioné a muchos familiares sólo al dar el primer respiro. Ni papá ni su familia pudieron superar el hecho de que yo no hubiera nacido hombre. “Tuviste una calabaza“, le decían mis abuelos a mi papá.             Cuando yo tenía cuatro años, mi papá me sacó de una reunión familiar colgando de mi brazo. No me acuerdo bien por qué, sí que me llevó zamarréandome hasta la barrera de Turdera. Fuimos hasta un lugar en donde no había nadie y, frente a las vías, ya en el piso, me pegó a escondidas de todos hasta que me partió el labio. Las escenas de mis papás discutiendo y las sillas volando para golpearse, eran frecuentes. Luego de esas batallas, se cenaba con toda normalidad y sin

Tres miradas sobre el asesinato de Belén Canestrari, por María Isabel Rodríguez Osado

Testimonio de su hermana Marcela Canestrari El miércoles 30 de abril de 2013, pasé por la casa de mi hermana para tomar unos mates, tranquilas, aprovechando a que él no estaba. Belén tenía 26 años, dos hijos, Valentino y Máximo. Vi llorar muchas veces a mi hermana. Él era muy celoso, no la dejaba que tuviera amigas o saliera, ella venía a vernos a escondidas cuando él no estaba. La llamaba a cada rato para saber qué estaba haciendo y dónde. Ella lo justificaba y nos decía: Viste como es de hincha. Esa última mañana que nos vimos, yo tenía rasguños en los brazos porque había podado unas plantas; Belén me preguntó: ¿se pelearon con Diego?, ¿te pegó? Le dije: ¿qué estás diciendo? Ese día no me quedé a comer en su casa como otras veces. Tal vez, si yo me hubiera quedado, me contaba algo, a lo mejor me preguntó eso para sacar el tema. Como dije, la pareja de Belén era muy celoso, pero nosotros nunca la vimos golpeada. Le pregunté si el jueves siguiente, que era 1 de Mayo, lo podía ll

Elisabeth Rasgido. Testimonio de su prima Julia, por Silvana Aiudi

De la Eli yo me entero cuando la llevaron detenida. No vivo con ella. Me llamó mi tía y me dijo que hubo un allanamiento en la casa de Elisabeth. La policía buscaba una tal Chucky, alias Chucky. Le preguntaron si ella era alias Chucky y la Eli dijo que sí. El oficial tenía una orden de allanamiento y de detención. ¿Sabés qué vamos a hacer? Presentate mañana en la comisaría de Tortuguitas, le dijo el oficial de calle. Entonces ella fue y se presentó porque había una orden. Cuando fue, quedó detenida un tiempo en la comisaría de Tortuguitas y, después, la llevaron a San Martín. Mi prima Elisabeth es analfabeta, no sabe leer ni escribir, también le cuesta hablar. Mi tía me presentó a Carolina Abregú, nos empezamos a mover y, bueno, desde el 23 de diciembre está con arresto domiciliario en la casa. La Eli vive en Grand Bourg, casi llegando a Tortuguitas. Tiene un bebé chiquito y, cuando le pasa algo al bebé, no puede salir, tiene que esperar que llegue alguien por esa maldita pulser