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Testimonios sobre violencia machista, por Daniel Gigena para Las 12.


Foto: Martina Bertolini

Después del primero y masivo Paro Inernacional de mujeres, lesbianas, trans y travestis convocado por #NiUnaMenos y otras cincuenta organizaciones, realizado en octubre de 2016, las escritoras, docentes y gestoras culturales Ángela Pradelli y Alejandra Correa idearon un archivo para resguardar la memoria de las víctimas de distintas formas de violencia patriarcal en el país.

Por qué llora esa mujer. Testimonios sobre violencia machista se transformó en un libro vivo y colectivo con aportes de las protagonistas y de familiares, cronistas y escritorxs como Alicia Plante, Cecilia Sorrentino, Anabella Foscaldo, Oscar Marful, Inés Arteta, Silvana Aiudi, Sebastián La Prezioso, Silvana Quintans y Hugo Paternoster. Reúne treinta y dos historias breves de mujeres que, por el solo hecho de ser mujeres, fueron humilladas, amenazadas, golpeadas, abusadas, violadas o asesinadas por familiares, parejas o desconocidos. A partir de los primeros días de marzo se puede leer online y descargar en forma gratuita desde este enlace: https://bit.ly/3a9y05w .

“En octubre de 2016 asesinaron a Lucía Pérez, una adolescente de dieciséis años, en Mar del Plata –recuerda Ángela Pradelli-. Fue todo tan brutal que provocó una reacción muy importante en nuestra sociedad. A los pocos días llegó el primer paro y una marcha multitudinaria que tuvo una contundencia nueva”. Pradelli estaba en China, en una Residencia de Escritura en Shanghái, y siguió la marcha por Internet. Conmovida, hizo un comentario en su página de Facebook: “Algún día vamos a tener que escribir estas historias, darles voz a estos relatos”. Muchxs le respondieron y dejaron sus comentarios, y Alejandra Correa aceptó eldesafío. “Hagámoslo”, le escribió. “A fin de año, cuando volví de Shanghái, convocamos por redes sociales a las mujeres que quisieran dar su testimonio. También convocamos a escritorasy escritores que pudieran escuchar esos testimonios y escribirlos. Lo más importante era escuchar a las víctimas y sostener sus voces en la narración. Ese fue el origen de Por qué llora esa mujer. Otra forma de la hospitalidad“.

Las narraciones son parte de un tejido, el de las voces que murmuran o gritan, el de las historias que resuenan en cada quien, porque son siempre (o podrían ser) las propias –escribe María Pía López en el prólogo-. Los cuerpos movilizados produjeron esa hospitalidad callejera para el dolor y la multiplicación de palabras fueron creando el reconocimiento mutuo, el dejar resonar en cada una lo que le pasó o pasa en otras. Por eso, cada historia es tan singular como impersonal, cada palabra de una y de todas”. Mediante el registro que facilita la narración, siempre destinada a lxs demás, la voz privada se vuelve pública y transforma el contexto. “Tuve muchas dudas en dar mi testimonio, pero me decidí porque pienso que puede ser un granito de arena más para poder avanzar en esta lucha”, escribe Ana Julia Di Lisio al inicio de su testimonio. El libro tiene como protagonistas a mujeres de distintas clases sociales, edades, profesiones y oficios. Varias aparecen con nombre y apellido; otras, dado que los violentos aún están al acecho, solo con las iniciales. “Algunas contaban su historia por primera vez –indica Alejandra Correa-. Los testimonios eran orales y en la construcción de la historia escrita tuvimos especialmente presente respetar el modo en que las mujeres ponían en palabras orales las violencias que padecían”.

En los casos de las dos mujeres jóvenes víctimas de femicidio, Belén Canestrari y Katherine Moscoso (asesinadas en 2013 y 2014, respectivamente), familiares directos brindaron sus testimonios. A ellas dos está dedicado Por qué llora esa mujer. A modo de separadores entre un testimonio y otro, se incluyeron fotografías de Martina Bertolini y de Correa, que consuelan y alivian un poco en medio del dolor. Desde su lanzamiento, docentes, músicxs, actrices, escritoras y escritores recomiendan el libro en las redes sociales con pequeños clips de lectura y reflexión. Entre otrxs, participaron en la promoción de esta plataforma cultural Canela, Dafne Casoy, Claudia Masin, Andrea Ostrov, Laura Galarza, Agustina Bazterrica y Andrea Álvarez. Las coordinadoras invitan a hacer lo mismo a todxs lxs lectorxs. “El libro se está leyendo mucho en varias provincias –agrega Pradelli-. Muchos docentes lo incorporaron en sus lecturas en el aula y también como material de Educación Sexual Integral (ESI). Nos llegan fotos de grupos de mujeres que se encuentran en las plazas para leer el libro. Hay lectores que nos dicen que no pueden dejar de leerlo; otros, que leen la primera historia y tienen que tomar un poco de aire para seguir”.

Días atrás, la Biblioteca del Congreso de la Nación comunicó que el libro será incorporado en su catálogo de libros virtuales. Debido al triste papel que desempeñaron funcionarios judiciales y policiales en varias historias, sería aconsejable que también lo leyeran las autoridades que instrumentan políticas públicas contra la violencia de género. Registro en tiempo real del lenguaje, los actos y la ideología que sostiene la violencia machista y patriarcal en la Argentina, Por qué llora esa mujer es un material de lectura urgente y, a la vez y lamentablemente, aún abierto y sin punto final.

PDF de Por qué llora esa mujer: https://bit.ly/3a9y05w
Por qué llora esa mujer online: https://bit.ly/3aaHCNj

Un fragmento de Por qué llora esa mujer

Todavía no puedo contar todo. Pero algunas cosas puedo. Me enamoré de ese hombre que me hablaba de la vida en el campo (soy de ciudad). Él siempre tuvo muy claro qué decirme. Y me hizo entrar. La primera vez que me insultó estuve a punto de irme, de dejarlo: todavía no vivíamos juntos,habíamos discutido porque yo no podía salir (estaba con mi hija chiquita, de un matrimonio anterior). Él me miró con odio y lo dijo: “pelotuda”. Agarré la cartera y casi me voy, pero volví a tratar de saber por qué. Me quedé y él ya no se detuvo. En los siete años que vivimos juntos hubo de todo: golpes, mudanzas, insultos, un hijo, palizas, patadas en la espalda y en la cara, hijos pequeños de él que vinieron a vivir a casa, amenazas. Una vez me agarró del cuello y casi me mata (vi todo negro, después me soltó). Otra vez, estaban todos los chicos y cuando se distraían él me pegaba puñetazos en la espalda; miraba de costado y vigilaba que no miraran y volvía a pegar; es el recuerdo que más me atormenta,porque demuestra cuánto me conocía (sabía que yo jamás gritaría delante de los chicos). Llegó a amenazarme con pegarme en la panza hasta que abortara “si me seguís jodiendo”.

[De “Ojito con mostrar hombría”, por Marcela Minakowski]

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