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Fernanda



Mi mundo se abrió a la maternidad casi como una causa, a los 34 años, costó la decisión... por rebeldía, por mandato y por la vida. Con la decisión, llegó el primer Test de embarazo positivo.
Llevaba 10 semanas aproximadas de embarazo. Llovía y un pinchazo me levantó de la cama, me caí, me agarré fuerte el vientre. Me di cuenta de que estaba aguantando el dolor porque no quería despertar a mi pareja porque era de madrugada. No lo soporto, grito y lo despierto. Estuvimos alerta la primera hora hasta que decidimos salir por atención y control a la guardia de la maternidad… nuestro primer embarazo.  Después de esperar conteniendo y cerrando mis piernas tensionadas en una sala de espera un rato que parece larguísimo, me hacen pasar a un consultorio. Estoy parada, no hay donde sentarme. Me recibe una doctora, paso el primer interrogatorio. Su tono de voz me sonó exultantemente sincero de que algo no andaba bien, y me dijo:
- Mmm… a ver recostate en la camilla, abrí bien las piernas.
Respondí:
 - ¿Es necesario que me revises?
Volvió su cabeza hacia mí y dijo:
-    - Si estás con pérdidas ¡cómo no te voy a revisar!
Me hizo un tacto y luego otro más profundo hasta que su mano salió de mi vagina. No había rostro, no había palabra que acompañara. Siento el dolor más intenso y profundo en mi cuerpo, quise cerrar las piernas. No me dejó. Corre sangre tibia. Me asusto, sale mucha sangre. Aparece la incomodidad, la incertidumbre, el miedo.
Lo único que quise luego fue cerrar las piernas y secarme las lágrimas, la sangre.  Semi desnuda sobre esa camilla blanca, sin saber qué hacer, sola, temblaba, transpiraba.
Ella me dijo:
- No te preocupes porque manchaste toda la camilla… ¡cerrá! (palmada en mi rodilla) y te doy algo para que te limpies.
No quería limpiar, quería gritar, pero me quedé muda como si me hubieran tapado la boca, conteniendo el grito con los labios apretados. No recuerdo cuánto tiempo pasó, pero fue eterno.
Me dijo:
-    - Tuviste un aborto espontáneo, no pasa nada, es normal.
Y se quedó pensando:
-    - Pero ¿vos quisiste abortar? ¿Te pusiste algo?
Las palabras son violentas en ese contexto donde aparece la deshumanización.
-    - No. No decidí abortar en esta oportunidad.
Me incorporé como pude con lágrimas en los ojos, nadie me ayudó. Toco mi entrepierna, me toco los muslos para que ver si mi cuerpo reaccionaba.
Pregunto:
- ¿Está todo bien?-  mientras me sec0 el hilo sangre grueso de mis piernas con un apósito que me dio ella.
- Cuando termines déjalo por ahí, no te preocupes y vení que te voy hacer unas órdenes.
Vuelve a preguntar:
-    - Pero ¿estás segura que no te pusiste nada?
Ingresa otro médico, charlan, murmuran, se ríen… él le dijo:
- Indicá la transvaginal, dale las pastillas, pero aclará en la parte de abajo “aborto espontáneo”.  
Ella sigue escribiendo en la historia clínica. Para ese momento, no sé si hablaban de mí o de otra persona. Es como si yo ya no estuviera ahí, como si la consulta hubiera terminado, aunque yo todavía estoy presente.
- Vas a tener que buscar de forma privada el estudio porque acá no tenemos ecógrafo… Fíjate que acá a dos cuadras hay un lugar que hacen ecografías. 
Caminamos con mi pareja hasta el lugar. Entramos. Hay otra sala de espera y una recepción. Explico la situación y la asistente del doctor me dijo:
- Esperá que el doctor tiene pacientes con turno para realizar el estudio, tienen que esperar.
Esperamos dos horas, preguntamos si faltaba mucho porque necesitaba ir al baño, los dolores seguían.
Ingresé a un consultorio por segunda vez. El doctor, sin mirarme ni preguntarme nada, me pide que me recueste y vuelvo abrir mis piernas. Introduce de vuelta algo en mi vagina para revisarme. Sale la imagen en la pantalla de mi útero vacío. Hay otra asistente que lo ayuda. Vuelvo a sangrar.

Él dijo:
-   - Flaquita, quedate tranquila que no tenés nada, no hay restos de nada… lo largaste todo.
Llegamos a casa, solo sentí un enorme vacío. Me bañé, el agua caliente en la nuca… Creo que los seres humanos volvemos al útero materno en estas situaciones, me acurruqué en la cama.
La noche estaba ahí… el día todavía estaba ahí, pero yo solo quería que se fuera lejos, que no volviera nunca más.



Fernanda es Psicóloga, militante por los Derechos Sexuales y Reproductivos de las mujeres. 

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