Él
es abogado, tiene 70 años, pero parece más joven porque siempre hace deporte y
se mantiene bien. Los dos veníamos de matrimonios anteriores y teníamos hijos.
Al principio yo no estaba superenamorada, pero era una persona interesante
intelectualmente, y me trataba bien. Decidimos convivir y él vino a vivir a mi
casa.
Después de dos años aparecieron los primeros indicios, que yo traté de
tapar, ante mis hijos, mis amigos, traté de no verlos yo misma. Empezó por
controlarme el celular y pedirme explicaciones. Me cuestionó que quisiera
seguir estudiando, no quería que me formara, que me capacitara y me desalentaba
en todos mis proyectos.
Tenía una personalidad muy controladora, no sólo
conmigo sino con los objetos de la casa. Cuando yo cambiaba un sillón de lugar,
o algo más insignificante, como un adorno, por ejemplo, él se desestructuraba,
y se enojaba conmigo.
Además estaban sus problemas con el alcohol, y todo fue
empeorando cada día. Hay tantas cosas que podría contar. Yo tengo algunos
problemas de salud por lo que tengo que hacer una dieta bastante estricta, es
un sacrificio para mí pero tengo que hacerla por mi salud, él me llenaba la
heladera de todo lo que yo no podía comer, cocinaba achuras y me insistía para
que comiera.
Siempre me descalificaba, sobre todo cuando tomaba, el alcohol lo
ponía más violento y revoleaba alguna cosa. Después de las peleas, cuando se le
pasaba, me regalaba flores, viajes a
Montevideo. Hizo todo lo posible por alejarme de mis amigas, sobre todo de las
que tenían una personalidad más firme, no quería que estuviera con ellas.
Él es
misógino, cuando se hablaba de una violación en los medios, él siempre
terminaba defendiendo al violador, me decía que a lo mejor la piba había salido
mal vestida, provocando a los hombres.
Una vez, llegó tomado, no se dio cuenta
que yo estaba en mi cuarto. Desde el cuarto lo oí hablar por teléfono,
arreglando una cita con una prostituta: “¿Podés hoy?, tengo ganas de verte,
pero ando con poca plata, haceme un buen precio.” Yo salí del cuarto: “¿Qué
carajo estás haciendo, con quién hablás?” Él dio un golpe fuerte sobre la mesa
y se quebró la mano. ¿Y a vos qué mierda te importa?”, me gritó y rompió la
puerta de la cocina. Cuando le planteé
que tenía que irse de mi casa, me dijo que quería plata. Tuve que iniciarle una
demanda para que se fuera de casa, tuve mucho miedo, mi abogado me aconsejó
pedir un cerco perimetral. Al mes, la jueza me denegó el pedido. Fue algo muy
raro, por un lado, ganó él, ya que la jueza no dio lugar a mi pedido de que él
se retirara de mi casa, pero por otro, me llamó la secretaría del juzgado y me
confirmó que él iba a irse. ¿Cómo se entiende eso? Yo creo que fue un arreglo
entre ellos. Le evitaron tener una mancha en el legajo profesional a cambio de
que se vaya de mi casa. Lo protegieron. A mí me hizo muy mal, una siente que la
justicia termina siendo un arreglo entre abogados amigos.
Estuvo un mes más en
mi casa hasta que finalmente se fue hace dos meses.
En este tiempo, sin él en
casa, dejé los tranquilizantes, ya puedo dormir otra vez sin pastillas.
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